La mitología náhuatl, que pertenece a los pueblos del México central (principalmente los aztecas o mexicas), está llena de relatos profundos sobre el origen del universo, la creación de la humanidad, y las fuerzas cósmicas que mantienen el equilibrio del mundo. Los aztecas, al igual que otras culturas mesoamericanas, tenían una visión cíclica y dinámica del cosmos, en la que los dioses y los humanos interactuaban constantemente, en un ciclo de creación, destrucción y renovación. Para los aztecas, la creación era un proceso en curso, nunca definitivo, y la supervivencia del mundo dependía de la participación activa de los humanos y los dioses.
A lo largo de sus mitos, los aztecas presentaron la creación como un proceso múltiple, dividido en diversas eras o soles, en las cuales los dioses recrearon el mundo en distintos ciclos, hasta llegar al presente. A través de la figura de sus dioses principales, como Tezcatlipoca, Quetzalcóatl, Huitzilopochtli, y Tlaloc, los aztecas explicaban no solo el origen del cosmos, sino también la interacción diaria entre los humanos y las fuerzas divinas.

Los Cuatro Soles: Las Eras del Mundo
Índice
En la mitología azteca, el universo se encontraba estructurado en una serie de ciclos cósmicos, cada uno representado por un sol. Según la Leyenda de los Soles, hubo cuatro eras o soles, y cada una de ellas terminó con una catástrofe que destruyó a la humanidad. Sin embargo, estos ciclos de destrucción y creación también eran vistos como una forma de renovación. Cada nuevo sol representaba una fase distinta de la creación.
Primer Sol: El Sol de Agua
El primer ciclo de la creación comenzó con el Sol de Agua, una era en la que los dioses crearon el mundo y la humanidad a partir de Tlaloc, el dios de la lluvia y el agua. En este primer sol, los humanos eran transformados en peces, ya que el agua dominaba el mundo. Esta era terminó cuando una gran tormenta de lluvia destruyó todo, arrasando la vida y sumergiendo al mundo en las aguas. Esta primera destrucción marca el comienzo del ciclo de creación y renovación para los aztecas, quienes veían la agua como un elemento primordial de la vida y la muerte.
Segundo Sol: El Sol de Viento
El segundo sol representaba un mundo gobernado por Quetzalcóatl, el dios serpiente emplumada, que era considerado como una figura benévola asociada con la sabiduría, el viento y la vida. Durante esta era, el viento era el principal motor de la creación. Los seres humanos de este sol se transformaron en monos. Esta era también fue destruida por un gran viento que arrasó con todo lo que existía, llevando consigo a los humanos y provocando una nueva desaparición de la vida.
Tercer Sol: El Sol de Fuego
La tercera era del sol estuvo regida por Tezcatlipoca, un dios creador asociado con el fuego, la noche y el caos. En esta era, los humanos eran gigantes que vivían en armonía con el fuego. Sin embargo, este sol terminó cuando un gran fuego destruyó a los habitantes, reduciéndolos a cenizas. Esta catástrofe, como las anteriores, era vista como una purificación, pero también como un recordatorio de la fragilidad de la existencia humana ante las fuerzas divinas y naturales.
Cuarto Sol: El Sol de Tierra
El cuarto sol, el último en la cosmovisión náhuatl, estaba regido por el dios Huitzilopochtli, el dios del sol, la guerra y la fertilidad. En este ciclo, los humanos fueron creados de maíz, el alimento sagrado que, para los aztecas, representaba la esencia misma de la vida. Esta era del sol es vista como la era actual en la que los humanos habitan, y es la que está más cerca de la vida cotidiana de los aztecas.
Sin embargo, esta era también está marcada por la fragilidad del mundo, ya que los aztecas creían que el sol de la tierra terminaría, como los otros soles, con una catástrofe. Según la mitología, esta era podría concluir con un gran terremoto o una guerra cósmica que destruiría a los seres humanos y al propio mundo.
Los Dioses en la Creación: Tezcatlipoca y Quetzalcóatl
Para los aztecas, la creación del mundo no era una tarea de un solo dios, sino que implicaba la cooperación y el conflicto entre varias deidades. Entre las más importantes en el proceso de creación estaban:
- Tezcatlipoca: Este dios era el principal creador de los tres primeros soles. Asociado con el fuego, la noche, el caos y el destino, Tezcatlipoca era una deidad ambigua, tanto destructiva como constructiva. Su lucha contra Quetzalcóatl simbolizaba el equilibrio necesario entre la luz y la oscuridad, el orden y el caos.
- Quetzalcóatl: Considerado el dios de la sabiduría, la creación y la fertilidad, Quetzalcóatl también fue uno de los principales impulsores de la creación humana. En algunos mitos, Quetzalcóatl es quien crea al hombre a partir del maíz, dándole así su alimento primordial. También se le asocia con la creación de la vida a través de la paz y la cooperación.
- Huitzilopochtli: El dios del sol y la guerra. Según la leyenda, Huitzilopochtli fue el responsable de la creación del cuarto sol y de la continua supervivencia del mundo. Este dios representaba la necesidad de sacrificios humanos para mantener la fuerza del sol, y su culto fue central en la vida religiosa y militar de los aztecas.
La Creación de los Humanos: El Maíz y el Ciclo Sagrado
En los mitos aztecas, los seres humanos fueron creados principalmente a partir del maíz, considerado el alimento sagrado que conectaba a los humanos con lo divino. Este simbolismo del maíz también estaba relacionado con la idea de la renovación cíclica, en la que los humanos debían continuar el ciclo de la vida, la muerte y la creación, asegurando así la supervivencia del mundo.
El maíz era fundamental para la subsistencia de la sociedad azteca, no solo como alimento, sino también como símbolo de la fertilidad, la prosperidad y el renacer. Los sacrificios y rituales, en los que se ofrecían corazones humanos a los dioses, eran vistos como necesarios para mantener el equilibrio cósmico y asegurar que los dioses continuaran otorgando el sol, la vida y la fertilidad a la humanidad.
Conclusión: La Visión Cíclica de la Creación Azteca
La mitología náhuatl refleja una visión del mundo cíclica y dinámica, donde la creación no es un acto único e inmutable, sino un proceso continuo de renovación y transformación. Cada era del sol representa un nuevo ciclo de creación y destrucción, un recordatorio de que la vida en la Tierra es transitoria y que el equilibrio cósmico solo se mantiene a través de la participación activa de los humanos y los dioses.
En el pensamiento azteca, la creación no era un acto aislado de los dioses, sino una responsabilidad compartida, donde los humanos debían mantener el equilibrio entre los elementos naturales y los divinos para garantizar la permanencia del mundo. La creación azteca, al igual que las otras cosmovisiones de Mesoamérica, es un testimonio de la profunda conexión entre los seres humanos y la naturaleza, y la comprensión de que el universo es una red de interrelaciones que requiere respeto, sacrificio y armonía.




