Los vastos paisajes de nuestro mundo están salpicados de restos de civilizaciones pasadas. Mientras que algunas siguen siendo famosas por su historia y arquitectura, otras yacen casi olvidadas, a la espera de compartir sus historias.
Una de esas joyas ocultas son las Ruinas de Tastil, posiblemente una civilización que debería ser más ampliamente reconocida.
Un viaje en el tiempo
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Situadas en la Ruta Nacional 51 dentro de la Quebrada del Toro, las Ruinas de Tastil representan la ciudad precolombina más grande de Argentina. Un paseo por este yacimiento arqueológico se asemeja a viajar a través del esqueleto de un gigante caído. El aire, espeso de susurros silenciosos, permite a los visitantes trascender momentáneamente el tiempo e imaginar el animado ajetreo que una vez prosperó aquí.
Sin embargo, persiste una pregunta inquietante: ¿Por qué, durante su apogeo hacia 1440, esta vibrante ciudad fue repentinamente abandonada? Los investigadores, aunque inciertos, tienden a señalar con el dedo las interacciones con el Imperio Inca. Curiosamente, cuando los exploradores españoles pusieron un pie aquí, encontraron la ciudad completamente desierta.
Planificar tu visita
Durante mi visita, la entrada era gratuita, pero era obligatorio registrarse antes de entrar. Una nota importante para futuros viajeros: los paneles informativos del sitio estaban en mantenimiento, por lo que no había información in situ. Por lo tanto, es conveniente llegar preparado: infórmate de antemano, vístete adecuadamente para la época del año, lleva agua y asegúrate de llevar calzado cómodo. Una exploración típica puede durar entre una hora y una hora y media, pero si eres como yo, te quedarás absorto, posiblemente pasando incluso más tiempo mientras descubres cada secreto oculto o dejas volar tu imaginación con las historias de los antiguos habitantes de la ciudad.
Una ciudad adelantada a su tiempo
Designada monumento histórico nacional en 1997, la extensión de 14 hectáreas revela una ciudad impresionantemente organizada. Se pueden distinguir recintos especializados para tareas distintas, desde sectores de corrales y parcelas de cultivo hasta centros comunitarios de molienda de grano. Las zonas de almacenamiento, los lugares ceremoniales y los cementerios dan fe de la avanzada planificación de la ciudad.
El diseño de Tastil incorporaba calles primarias y secundarias, todas ellas conducentes a una bulliciosa plaza central. Con una población estimada de 3.500 habitantes según el número de viviendas descubiertas (aproximadamente entre 400 y 500), las casas eran curvilíneas y semisubterráneas, una ingeniosa estrategia para combatir las duras condiciones climáticas.
Curiosamente, Tastil no era sólo un refugio para un grupo de personas. Su situación estratégica y su riqueza cultural la convirtieron en un centro comercial fundamental. La ciudad era el hogar de las tribus Diaguitas, Atacameños y Calchaquíes, que hablaban las lenguas kaká y cuzqueña. Profundamente conectados con la Madre Tierra, estos habitantes seguían calendarios lunares e incluso los que coincidían con el periodo de gestación de las llamas. En las creencias indígenas, la muerte no era un final, sino una transición. Esta filosofía es evidente en sus costumbres funerarias; no era raro encontrar tumbas dentro de las casas o la tumba del jefe junto a la plaza central, lo que garantizaba que el difunto permaneciera entrelazado con su vida cotidiana incluso en la otra vida.
Actualidad de Tastil
Cerca de las Ruinas de Tastil, a unos 100 metros, se encuentra el pintoresco pueblo de Señora de Tastil. Con sus pintorescas casas de piedra y baños públicos gratuitos para los turistas, es una parada encantadora. Además, un museo -también gratuito- ofrece a los visitantes una inmersión más profunda en la historia de la región.
Para quienes anhelan descubrir relatos menos conocidos de la historia de nuestro mundo, las Ruinas de Tastil son una visita obligada. Y para conocer más relatos y visiones tan intrigantes, no olvides explorar nuestras otras entradas.